TikTok, tralalero tralalá, Ballerina Capuccina y el arte de no entender nada.
La IA, TikTok y el brainrot no inventaron el absurdo: lo actualizaron. De los dadaístas a los memes generados por inteligencia artificial, te cuento como reinterpretaron la realidad para sobrevivirla.
Cada vez que el mundo parece perder sentido por una crisis sociopolítica, tecnológica o cultural, surgen contenidos, movimientos artísticos o productos culturales que abrazan el absurdo. Hoy, con la IA, las redes y el hiperconsumo de información y contenidos, la realidad misma se ha vuelto tan distorsionada que el "brainrot" es la forma en que una generación se está expresando, y eso causa, como mínimo, asombro. ¿Por qué están hablando de estos personajes que no tienen ningún sentido? Saben que el mundo es incoherente, y hacen contenido incoherente para sobrevivirlo.
No voy a hacer definiciones, y asumo que todos ya han visto el trend de TikTok. Me interesa hacer alguna lectura analítica pero breve, porque en unas semanas seguro aparezca uno nuevo.
Como contexto de surgimiento hay que mencionar que la proliferación de la IA ha acelerado el sentimiento de desrealización. Se producen a diario miles de imágenes, voces, rostros, ilustraciones… y todo puede ser inventado en segundos. La distinción entre "lo humano" y "lo artificial" se hace cada vez más borrosa. A esta altura, no es el primer trend que surge en relación a la IA. Tiempo atrás estuvimos todos generando imágenes en estilo Studio Ghibli, lo que ocasionó muchísima polémica, en primer lugar por lo vinculado a derechos de autor, y en segundo lugar por el consumo de recursos hídricos para el enfriamiento de servidores.
Ese contexto, además, tiene el agregado de que se está gestando una visualidad (o cierto régimen escópico, en términos más técnicos) completamente ligada a la IA. Es difuso el límite entre realidad y ficción, pero aún puede diferenciarse. Rostros con errores, manos con cuatro dedos, iluminaciones irreales y otros indicadores permiten que el ojo humano detecte rápidamente cuándo está frente a una imagen realizada con IA.
Con este escenario, la producción de personajes absurdos, como Tutum Sahur, Bombardiro Crocodilo, Ballerina Cappuccina, Tralalero Tralala, entre otros, puede verse como una forma de reapropiarse del sinsentido, de tomar esa visualidad extraña de la IA como un recurso creativo. En lugar de resistirse al caos, se lo abraza, se lo celebra, se lo ridiculiza, se lo toma como herramienta.
Ahora bien, es interesante repasar históricamente algunos hechos para no caer en la idea rápida de que estamos ante algo completamente nuevo. Después de la Primera Guerra Mundial, el mundo quedó profundamente traumatizado. Las promesas de la razón, el progreso y la ciencia parecían no habernos conducido a nada bueno como humanidad. Como una de las tantas respuestas, el Surrealismo buscó liberarse de la lógica, abrazando el inconsciente, el azar y el absurdo. Eso tuvo una antesala, un contexto de surgimiento. No solo fue la guerra.
Freud, el inventor del psicoanálisis y uno de los intelectuales más importantes del siglo XX, había dado absoluta centralidad al inconsciente, los sueños y la sexualidad, poniendo en crisis muchos supuestos humanistas que concebían que solo a través de la razón podíamos progresar como humanidad. En su teoría, el hombre se encontró con que aquello inconsciente que no podía dominar y que era lo contrario a la razón lo gobernaba sin siquiera darse cuenta, moldeando sus acciones y pensamientos de manera profunda y a menudo invisible. Ese concepto, que hoy ha sido asimilado por completo y nos resulta natural, fue, en su momento, un quiebre radical enorme para la idea que se tenía del mundo. Es entendible, viéndolo en retrospectiva, que obras de Salvador Dalí, René Magritte o André Breton jugaran con realidades distorsionadas, objetos imposibles y significados ambiguos. Estaban profundamente influidos por la psicología de Freud: creían que la sociedad burguesa, civilizada, reprimía la verdadera naturaleza humana (los deseos, los sueños, los impulsos). Los surrealistas sentían que la realidad estaba rota y respondían deformándola aún más, en lugar de intentar "arreglarla". ¿Qué sentido tiene poner una rueda de bicicleta ensamblada con un banco?
Aún más radical que el Surrealismo, el Dadaísmo, que se había dado tiempo antes, con epicentro inicial en Zúrich y luego gran influencia en Estados Unidos, fue un arte anti-arte: los dadaístas hacían poesía sin sentido, performances absurdas, arte hecho con basura. Surgió, entre otras cosas, como protesta contra la guerra y la lógica burguesa que la había permitido. Marcel Duchamp, el máximo exponente del dadaísmo, creó el ready-made, una estrategia que consistía en tomar objetos cotidianos, descontextualizarlos y presentarlos como arte, desafiando las nociones tradicionales de belleza, autoría y creatividad. Obras como su famosa Fuente rompieron para siempre la idea de que el arte debía ser "creado" en el sentido tradicional. ¿Un urinario en un museo? Eso sí era realmente extraño y rupturista. El Dadaísmo fue un gesto de rechazo total: no buscaba construir un nuevo lenguaje, sino dinamitar las bases mismas del arte y la cultura establecida.
Hoy, frente a un escenario donde lo real, lo ficcional y lo artificial se entremezclan como nunca pasó antes, fenómenos como este no deberían sorprendernos tanto. No van a ser recordados, ni pasarán a los libros de historia como pasó con el surrealismo y el dadaísmo, pero estamos ante algo que está cambiando nuestra forma de vincularnos con las imagenes y con las interpretaciones del mundo. Como en otros momentos de la historia, lo absurdo no es solo una fuga: es también una forma de nombrar, procesar y sobrevivir a la incertidumbre.
Excelente, estimado Esteban. Me gustó mucho este post. Personalmente me bajé de Brainrot porque ya se volvió en extremo masivo. Y qué esperaba yo de algo autodenominado brainrot, ¿no? Igual larga vida a Lirilì Larilà.
Me encantó mucho este post 👏🏻👏🏻